9 de noviembre de 2009

Pararse a pensar

La miseria no tiene fronteras. En todos los países del mundo encontramos familias excluidas por culpa de la extrema pobreza y las situaciones que genera. Cuando queremos profundizar sobre esta realidad, no podemos limitarnos a nuestro país. Somos una sola humanidad que comparte un solo mundo y lo que pasa aquí, en la ciudad de al lado, en el país vecino o al otro lado del océano, nos afecta, nos interpela, nos cuestiona. Y a partir de ahí, de ese cuestionamiento que traspasa fronteras, podemos encontrar respuestas o caminos para recorrer localmente. Dejémonos hoy introducirnos en esta reflexión "global" de la mano de Eugen Brand, Delegado General del Movimiento Internacional ATD Cuarto Mundo.

“Nuestros países van a estar bajo el agua” gritaban estos días algunas familias de Asia obligadas a vivir, desde siempre, en las zonas que primero invade la furiosa subida de las aguas. Tifones, temblores de tierra se llevan aquí las casas, dejando que millones de niños y sus padres tengan que enfrentarse a los elementos con las manos vacías. Y cuando el agua se retira, mientras el barro ciego invade los barrios, los medios de comunicación se vuelven sordos y en las quejas mudas fermenta una violencia causada por la gota que colma un vaso lleno de infelicidad y de injusticia.


“¿Por qué siempre se destrozan nuestras casas, mientras que otros se reservan las zonas protegidas?” “Cuando sea mayor voy a ir a romper sus casas”. Las voces de algunas madres se elevan: “En la cabeza y en el corazón de nuestros hijos queremos que haya otra cosa que rabia”


En esta época sacudida por tanta crisis ecológica, energética, alimentaria, económica, financiera, social, ¿escuchamos a estos niños y a sus padres?


En estos días en los que, a cubierto de leyes ciegas y de fronteras cada vez más infranqueables, la arrogancia de unos deja de lado a otros, sin tener en cuenta sus derechos esenciales, queremos ser, con todos los que defienden la dignidad de cada ser humano, portadores de una historia nueva que una las generaciones, las comunidades y los países. Una historia donde el respeto entre las personas y el respeto a la tierra se alimentarán, por fin, de manera inseparable.


En este año del vigésimo aniversario de la Convención de los Derechos del Niño, son los niños los que nos llevan a un mundo habitado por la confianza. Somos testigos de como, mediante infinidad de gestos concretos, se asocian ya con jóvenes y adultos inventando solidaridades inéditas. Solidaridades que no consisten solamente en conquistar en el mar hectáreas de bienestar para unos, sino en ganar para todos espacios de tierra firme donde se experimenta una convivencia que no quiere dejar a nadie al margen.


No es la amnesia forzada o el silencio sobre las atrocidades sufridas por los mayores lo que podrá liberar a los niños de la rabia y ofrecerles la tierra futura que les pertenece. La tierra firme a la que tienen derecho produce el orgullo de heredar el valor de sus mayores para mantener la cabeza alta frente a las humillaciones y a la falta de todo.


Incluyendo a todas las generaciones, trabajemos por esta cultura de una nueva convivencia donde la memoria y el honor restituidos protejan de la ruptura los lazos familiares y comunitarios.


Cultivemos esta convivencia que impida caer en una soledad que la culpabilidad gangrene.


En esta tierra de futuro para los niños, para todos, cultivemos los campos en los que cada una, cada uno se pueda sentir plenamente miembro de una humanidad que ya no tiene miedo a afrontar las injusticias con las que tiene que acabar.



Eugen Brand


Delegado General Movimiento ATD Cuarto Mundo

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