2 de junio de 2009

Editorial no. 14

Estas semanas pasadas han sido especialmente difíciles para el país. El asesinato del abogado Rodrigo Rosenberg ha puesto de manifiesto el frágil equilibrio en el que vive la sociedad guatemalteca y las fracturas que la debilitan. El 18 de mayo, el Periódico publicó un artículo de Marcela Gereda en el que podemos leer:

“(...) Nos hace falta pensar en frío, no actuar a partir del chantaje emocional de este lamentable asesinato, ni en respuesta a la política del espectáculo, sino en respuesta a la necesidad de rehacer el país no para unos cuantos, sino para todos; no unos cuantos, sino entre todos.
¿Cómo intentar ver más allá de la manipulación de los sectores populares impulsados a agradecer al “gobierno de los pobres” y también de las reacciones de histeria colectiva gritándole a Colom: “asesino”? ¿Cómo construir un discurso que desborde la manipulación de la señora vociferando como títere: “Colom es el único presidente que nos ha regalado dinero y ahora los ricos nos los quieren quitar” o del grito desesperado para Sandra Torres “saquen a esa bruja, saquen a esa bruja”. ¿Cómo superar esas representaciones de “ricos y pobres”(...)

Debe haber caminos que no excluyan a unos ni a los otros. Si no existen, debemos entre todos construirlos (...)”

El padre Joseph Wresinski, fundador del Movimiento Cuarto Mundo, nos transmitió esta convicción por la que trabajó toda su vida: la absoluta necesidad de que los que son dejados de lado por la injusticia de la miseria y todos los otros puedan reunirse y dialogar juntos, que se puedan encontrar y acabar con el asistencialismo que pospone siempre el reconocimiento del otro. La miseria es lo contrario de la democracia, de la justicia y de la paz. Aquellos que resisten cada día a la miseria nos enseñan que la paz comienza cuando podemos mirarnos a los ojos y dialogar. Esto nos permite comprender juntos nuestras historias personales y colectivas y entonces surge esa paz en la que cada uno puede ofrecer lo mejor de sí mismo.

Este es el sentido profundo de las acciones que el Movimiento Cuarto Mundo lleva a cabo desde hace 30 años en Guatemala. Es con esta ambición de hacer realidad el encuentro transformador para “ricos y pobres” que animamos las Bibliotecas de Calle, los Sabados de Encuentro, los Festivales del Saber, los Encuentros en Familia...

Las familias más pobres nos enseñan lo mucho que nos necesitamos unos a otros, lo mucho que dependemos unos de otros. Tiene razón Marcela Gereda: para rehacer el país tenemos que contar con todos, pero ¡no olvidemos a los más pobres!, sino volveremos a construir un país que, al no contar con la experiencia y el pensamiento de los más pobres, no será capaz de encontrar el camino que acabe con la exclusión y construya la Paz para todos. Cuando asumamos esto, entonces podremos vivir realmente de otra manera juntos y así construir esa otra sociedad con la que soñamos y que Guatemala tanto se merece.
Por: Álvaro Iniesta

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