Estas semanas pasadas han sido especialmente difíciles para el país. El asesinato del abogado Rodrigo Rosenberg ha puesto de manifiesto el frágil equilibrio en el que vive la sociedad guatemalteca y las fracturas que la debilitan. El 18 de mayo, el Periódico publicó un artículo de Marcela Gereda en el que podemos leer:
“(...) Nos hace falta pensar en frío, no actuar a partir del chantaje emocional de este lamentable asesinato, ni en respuesta a la política del espectáculo, sino en respuesta a la necesidad de rehacer el país no para unos cuantos, sino para todos; no unos cuantos, sino entre todos.
¿Cómo intentar ver más allá de la manipulación de los sectores populares impulsados a agradecer al “gobierno de los pobres” y también de las reacciones de histeria colectiva gritándole a Colom: “asesino”? ¿Cómo construir un discurso que desborde la manipulación de la señora vociferando como títere: “Colom es el único presidente que nos ha regalado dinero y ahora los ricos nos los quieren quitar” o del grito desesperado para Sandra Torres “saquen a esa bruja, saquen a esa bruja”. ¿Cómo superar esas representaciones de “ricos y pobres”(...)
Debe haber caminos que no excluyan a unos ni a los otros. Si no existen, debemos entre todos construirlos (...)”
El padre Joseph Wresinski, fundador del Movimiento Cuarto Mundo, nos transmitió esta convicción por la que trabajó toda su vida: la absoluta necesidad de que los que son dejados de lado por la injusticia de la miseria y todos los otros puedan reunirse y dialogar juntos, que se puedan encontrar y acabar con el asistencialismo que pospone siempre el reconocimiento del otro. La miseria es lo contrario de la democracia, de la justicia y de la paz. Aquellos que resisten cada día a la miseria nos enseñan que la paz comienza cuando podemos mirarnos a los ojos y dialogar. Esto nos permite comprender juntos nuestras historias personales y colectivas y entonces surge esa paz en la que cada uno puede ofrecer lo mejor de sí mismo.
Este es el sentido profundo de las acciones que el Movimiento Cuarto Mundo lleva a cabo desde hace 30 años en Guatemala. Es con esta ambición de hacer realidad el encuentro transformador para “ricos y pobres” que animamos las Bibliotecas de Calle, los Sabados de Encuentro, los Festivales del Saber, los Encuentros en Familia...
Las familias más pobres nos enseñan lo mucho que nos necesitamos unos a otros, lo mucho que dependemos unos de otros. Tiene razón Marcela Gereda: para rehacer el país tenemos que contar con todos, pero ¡no olvidemos a los más pobres!, sino volveremos a construir un país que, al no contar con la experiencia y el pensamiento de los más pobres, no será capaz de encontrar el camino que acabe con la exclusión y construya la Paz para todos. Cuando asumamos esto, entonces podremos vivir realmente de otra manera juntos y así construir esa otra sociedad con la que soñamos y que Guatemala tanto se merece.
Por: Álvaro Iniesta
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